AGRICULTURA Y ESPIRITUALIDAD

Por: Mario Mejía Gutiérrez

Introducción. Dice Leonardo Boff en su libro Espiritualidad que las religiones no son lo espiritual, aunque todas ellas tienen que ver con lo divino, con lo sagrado, con lo espiritual. Espiritualidad es lo que produce en nuestro interior una transformación en el sentido compasivo, amoroso, armónico. Pero a la vez una transformación inacabable, porque al acercarnos a cada horizonte aparecen otros horizontes. Aplicado este concepto a la agricultura, queda definido el punto de inflexión entre vida campesina como proyecto personal, familiar, social frente a agricultura comercial o proyecto de tasa de ganancia. Echemos un rudimentario vistazo a algunos elementos de esta diferenciación.
1. El trabajo es oración, me dijo cierta vez el artesano de la madera Sr. Juan Escobar. Trabajar es orar. Y desde luego se trata de trabajo personal manual físico e intelectual, pues la oración a través de la máquina obviamente se contamina de máquina. Místicos como Juan de la Cruz y Francisco de Asís fueron hortelanos y hasta aconsejaban dejar lugar para las hierbas espontáneas. Dice la leyenda que Lao Tse, después de redactar el Tao te king, se retiró al campo a servirle a los cerdos “como si fueran humanos”. El Padre Nuestro que redactó Guilherme Gurski, agricultor brasilero, es una pieza de oración profunda, sentida, inspirada en la modernidad de la agricultura ecológica.
2. El trabajo manual es terapia, compatible con las innumerables terapias alternativas naturalistas de la actualidad (gemoterapia, barroterapia, vegetarianismo, orinoterapia, terapia homa, terapia herbaria, homeopatía, etc.)
3. En la vida campesina criamos el alimento y somos criados por el alimento; es la autosuficiencia, la autonomía alimentaria basada en la creación milenaria de la biodiversidad cultivada. En la vida campesina las plantas y los animales sienten, lloran, reciben cariño y retribuyen con afecto y servicio, “enseñan a querer”, recordando la frase de Grimaldo Rengifo en Los Caminos Andinos de las semillas, 1997.
4. En las culturas primarias todavía se conservan ritos a la fecundidad, al sol, todavía se expresa el concepto de sacralidad de la naturaleza y del alimento. La tierra no da así no más: los ritos agrícolas de los aymaras cristianos, 1989, es el título de la profunda obra del Padre Hans van den Berg. Así como el título del libro del Padre Stephen Rist, 2002, también sobre cultura aymara: Si estamos de buen corazón siempre hay producción.
5. En los círculos academizados también se da la opción de un retorno de lo científico-tecnológico hacia lo intuitivo-natural, particularmente después de la teoría cuántica. Dice Masaru Emoto en su libro Los mensajes ocultos del agua, 2005, “que la vibración es el principio fundamental del universo; el universo entero vibra, y cada cosa genera su propia y única frecuencia;” la existencia es vibración. “El agua refleja con fidelidad todas las vibraciones creadas en el mundo e incluso las convierte en formas perceptibles por el ojo humano”. Y porqué la música nos llega: porqué es vibración. Y así funcionan la parasicología y terapias sonoras como la terapia homa.
El libro de Tompkins y Bird, La vida secreta de las plantas, 1974, es “una exposición fascinante de las relaciones físicas, emocionales y espirituales entre las plantas y el hombre”
6. Escuelas alternativas: De la treintena de propuestas alternativas frente a agricultura “científica” varias destacan el elemento de espiritualidad; entre ellas: biodinámica de Steiner, natural de Roger, mesiánica de Okada, no intervención de Fukuoka, por tecnologías apropiadas de Schumacher. El Sermón de la Montaña es propuesto por Schumacher como fundamento de una sociedad alternativa. Fukuoka construye su propuesta desde el taoísmo a partir de los principios Wu – wei (hacer nada) y tzu – jan (conocer nada): no es el abandono, es la entrega, la confianza, vibrar con la vida, entender el lenguaje de los pájaros, leer los mensajes de la Naturaleza.
1. 7. Conclusión. Y al final, el cuadro de Vicent van Gogh Los comedores de papas, donde en la fría penumbra una familia campesina holandesa consume el producto del trabajo de sus manos callosas, ennoblecidas por el duro trabajo del campo.

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