ANTE LOS DESAFÍOS DEL NEW DEAL VERDE




Por Lorena Oliva


IMPULSADOS POR OBAMA COMO EJES CENTRALES DE SU GESTIÓN, EL DESARROLLO DE FUENTES LIMPIAS DE ENERGÍA Y LA RECONVERSIÓN DEL APARATO PRODUCTIVO PARA CREAR MILLONES DE EMPLEOS SUSTENTABLES PROMETEN MARCAR EL RITMO DE UNA TRANSFORMACIÓN QUE, POR PRIMERA VEZ, PODRÍA COLOCAR A LA PRODUCCIÓN Y A LA ECOLOGÍA DE UN MISMO LADO.


"Cada día aporta nuevas pruebas de que la manera en que utilizamos la energía refuerza a nuestros adversarios y amenaza a nuestro planeta ." 
Acostumbrados a oír este tipo de enunciados de boca de ambientalistas o de grupos antiglobalización, la frase tiene algo de paradójica si el que la pronuncia es el presidente de los Estados Unidos, es decir, el líder del país que más ha contribuido a la emisión de gases nocivos para la atmósfera y que, al mismo tiempo, no ha ratificado el Protocolo de Kyoto. 
Sin embargo, el flamante presidente Barack Obama ha dado señales de querer diferenciarse de su antecesor también en materia ambiental y energética. Algunos pasajes de su discurso inaugural, como el reproducido más arriba, parecieron avalar su promesa de campaña de buscar la salida de la crisis económica por el camino de la sustentabilidad, es decir, con la inversión de 15.000 millones de dólares anuales por los próximos diez años para el desarrollo de nuevas fuentes de energía que signifiquen además, por añadidura, millones de nuevos puestos de trabajo. 
Pero su estrategia no sólo es aplaudida por los propios norteamericanos sino que genera expectativas en el mundo entero. Especialmente entre ambientalistas, expertos en energías renovables y científicos que, ante las oscuras proyecciones del avance del calentamiento global, trabajan en el desarrollo de todo tipo de innovaciones energéticas. Y también sacude y moviliza a la diplomacia internacional, que este año comenzará a definir el nuevo marco regulatorio que deberá fijar metas en materia de cambio climático cuando expire el protocolo de Kyoto, en 2012. 
Es que, mal que les pese a algunos, cualquier señal de que Estados Unidos encara un giro en su política ante las evidencias del cambio climático funcionaría como una especie de campana de largada oficial al dejar sin argumentos a aquellos países que hoy se escudan en la inacción norteamericana para justificar la propia. 
"Un cambio de rumbo norteamericano tendrá inevitablemente enormes rebotes en el resto del mundo", observa Javier Corcuera, ex director de la Fundación Vida Silvestre y hoy consultor ambiental. A su entender, "la oportunidad es ahora, en parte porque la sociedad mundial está cada vez más atenta a los impactos negativos del cambio climático y también porque hay un recambio generacional en la dirigencia política, que en general llega al poder con una concepción distinta y sabe ver el verdadero potencial del tema energético". 
De todas maneras, justo es decir que no todos optaron por cruzarse de brazos últimamente. El creciente convencimiento de que el calentamiento global no es un invento de los ecologistas, sumado a la certeza de que las actuales fuentes energéticas -fuertemente apoyadas en combustibles fósiles- van a acabarse indefectiblemente, las iniciativas que promueven el desarrollo de energías limpias se han multiplicado en los últimos tiempos. Y la crisis internacional no ha hecho otra cosa que catapultar e instalar con fuerza la necesidad de un new deal verde para salir del laberinto. 
Para dar una idea de la dimensión del fenómeno que se vislumbra, expertos del Laboratorio Nacional de Energía Renovable -el principal centro de investigación de EE.UU.- estiman que para 2013 la inversión mundial en fuentes energéticas limpias alcanzará casi los 150.000 millones de dólares, lo que implica un crecimiento del 50% respecto del total invertido en 2008. Y que cinco años más tarde ese monto se habrá multiplicado por tres. Tal vez por cuatro. 
Frente a tal magnitud de dinero en juego, suena lógico pensar que el creciente interés de gobiernos y empresas privadas por un asunto que -hasta hace apenas unos años- parecía condenado a la retórica no sea sólo producto de una supuesta preocupación por el planeta que vamos a dejarles a las futuras generaciones. Ya lo decía Bill Clinton a principios de la década pasada: "Es la economía, estúpido". Y aquí también hay factores económicos en juego. 
En un contexto recesivo como el actual, con niveles de desempleo que en el caso norteamericano son los más altos de los últimos 25 años, la era verde se proyecta como una gran esperanza. Por ejemplo, un trabajo reciente de la Universidad de Tennessee estima que, si la cuarta parte de los requerimientos energéticos de ese país provinieran, para 2025, de fuentes energéticas renovables, esto implicaría la creación de al menos cinco millones de nuevos puestos de trabajo. 
"Los planes de obra pública suelen ser una de las opciones más a mano para superar contextos recesivos. Sin embargo, en este caso, incluso desde sectores económicos ortodoxos, recomiendan inclinarse por las inversiones en energías renovables porque tienen una doble virtud: además de tener un fuerte impacto en el empleo, ayudan a descarbonizar la economía.", asegura Juan Carlos Villalonga, director de Greenpeace. 
Y ya se perciben movimientos. Por ejemplo, en Sillicon Valley (polo tecnológico tradicionalmente ligado a la informática), el principal destino del silicio ya no es la fabricación de chips sino la de placas destinadas a la captación de la energía solar. En 2006 se invirtieron 700 millones de dólares para la creación de 39 empresas vinculadas con las energías renovables, triplicando el total del año anterior. Y todos creen que la tendencia continuará en ascenso. 
Prueba de ello es el reciente anuncio de la Universidad de Stanford, que invertirá cien millones de dólares en la creación de un instituto de energía que hará foco, precisamente, en los avances que permitan lograr una mayor eficiencia energética. 
Para los Estados Unidos sería, además, la gran oportunidad de cortar la dependencia petrolera de una zona geopolítica bastante inflamada como es el Medio Oriente, según reconoce Jorge Lapeña, presidente del Instituto de Energía General Mosconi. "Los norteamericanos dejaron de ser autosuficientes en la década del setenta y demandan cada vez más petróleo de los países de la OPEP", agrega el especialista. 
Hasta ahora, la región del mundo que ha demostrado un mayor compromiso en materia de reducción de emisiones fue, sin duda, Europa. Incluso hay analistas que se arriesgan a afirmar que, hoy en día, no hay empresa europea que no esté desarrollando algún tipo de plan de reconversión, favorecida por medidas como la exención impositiva o sistemas de reembolsos para este tipo de innovaciones. 
A mediados de diciembre último, la Unión Europea aprobó un proyecto que se conoce popularmente como 20-20-20 y que propone el objetivo de llegar a 2020 con una reducción del 20 por ciento de las emisiones (en relación con los niveles de 1990) y un abastecimiento energético proveniente de fuentes renovables que represente el 20 por ciento del total. 
Y aunque el comportamiento en la región es bastante homogéneo, es reconocido el liderazgo que ejercen Alemania, Francia e Inglaterra. Angela Merkel anunció inversiones para la creación de 250.000 puestos sustentables de aquí a 2020, en tanto que el gobierno de Gordon Brown se dispone a desarrollar fuertemente la energía eólica en la región. 
Con mala nota 
Pero, más allá de los esfuerzos, Europa por sí sola no es contrapeso suficiente para neutralizar el caudal de emisiones de China, India o Brasil, gigantes que han pegado un gran salto en materia de crecimiento, aunque a un costo igual de grande: el aumento de las emisiones de dióxido de carbono. China es hoy el mayor emisor del mundo a escala global, en tanto que Brasil encabeza con México el ranking en América latina. Pero, por tratarse de países considerados en vías de desarrollo -y lo eran mucho más en 1997, cuando el Protocolo se ratificó-, no están obligados a efectuar reducciones concretas como sí lo están los países desarrollados. 
Pero desde entonces hasta ahora la situación ha cambiado tanto que, de acuerdo con los cálculos de organismos internacionales de primer nivel, los países que integran el Grupo de los 8, más Brasil, China, India, México y Sudáfrica representan el 73 por ciento de las emisiones actuales. Por eso, todas las fuentes consultadas aseguran que el convenio que siga a Kyoto cambiará notablemente las reglas de juego para estos países. 
"Aunque no integramos esa nueva lista de países, tampoco estamos tan alejados. Es esperable que en algún momento, también nosotros debamos comprometernos a establecer reducciones", reconoce Nazareno Castillo Marín, director de Cambio Climático de la secretaría de Ambiente. 
Doctor en ciencias biológicas, el funcionario cree que medidas recientes como la estrategia de recambio de heladeras o el plan canje de luminarias funcionan como una contribución hacia una mayor eficiencia energética, aunque es consciente de que al país le hace falta avanzar en materia de adaptación de infraestructura. "La región de Cuyo requiere ponerse a trabajar con urgencia", alerta. 
El jugador menos pensado 
Pero si quedara alguna duda acerca del postulado que anuncia el fin de la era del petróleo, hay un tercer actor de peso en la disputa por el liderazgo de lo que vendrá: los países de Medio Oriente. Ya sea porque no quieren resignarse a un papel secundario en la posesión de recursos tan estratégicos o porque, siendo más concretos, no quieren sacrificar su nivel de vida, el caudal de petrodólares que están invirtiendo en investigación no para de crecer. Los árabes tienen algo a su favor: su falta de tradición industrial los exime del desafío de la reconversión energética, sin dudas, algo mucho más complejo y costoso que comenzar una industria de cero. 
Valen dos ejemplos que tienen a la ciudad de Abu Dhabi, capital de los Emiratos Arabes Unidos, como escenario: acaba de finalizar un encuentro internacional sobre energías renovables que tuvo precisamente a esa ciudad como sede. La Cumbre Mundial de Energía del Futuro contó con asistentes de primer nivel, desde miembros de la realeza británica y holandesa, hasta representantes de primera línea de empresas y organismos internacionales. 
También allí se proyecta la creación de Masdar: una ciudad futurista para 50.000 habitantes en la que también funcionará un polo tecnológico orientado a la investigación de fuentes energéticas alternativas para el que se estableció una alianza estratégica con el MIT. Diseñada por el arquitecto británico Norman Forster, Masdar se autoabastecerá de energía eléctrica mediante paneles solares y utilizará agua desalinizada. Pero atención: los automóviles tradicionales, los que se abastecen con combustibles derivados del petróleo, no estarán permitidos. 
Ahora: ¿de qué hablamos cuando hablamos de energías renovables? 
Hablamos de la energía que puede obtenerse del sol (solar), del agua (hidráulica), del viento (eólica), de la tierra (biocombustibles), etc. Durante la reciente Conferencia de Abu Dhabi, se calculó el aporte de las fuentes más desarrolladas a nivel mundial -eólica y solar- en un modesto 7 por ciento del total. De todas formas, las mismas fuentes estiman que, para 2030, la contribución alcanzará un cuarto del total. 
Es que algunos avances de la ciencia hacen posible pensar en la aplicación en gran escala de estas tecnologías. Un estudio de la Fundación Circe, dependiente de la Universidad de Zaragoza, cita los logros en el rubro de la nanotecnología, así como en el desarrollo de nuevos semiconductores como el carburo de silicio o de algunos materiales cerámicos ferroeléctricos como el titanato de bario, como ejemplos de innovaciones que ampliaron las posibilidades de almacenamiento de energía eléctrica proveniente de fuentes renovables. 
Pero si la ciencia está sacando a estos rubros de la ciencia ficción, ¿cuáles son las disciplinas tradicionales que deberían pensar con seriedad su reconversión para no perder competitividad frente a estos nuevos jugadores? 
Raúl Estrada Oyuela, embajador jubilado y consultor ambiental enumera los que, a su parecer, son los más importantes: "Aunque parezca extraño, las actividades vinculadas con el campo: la ganadería genera fuertes emisiones de metano a la atmósfera, en tanto que una mayor demanda agrícola por el avance de los biocombustibles requerirá fuertes planificaciones para evitar una mayor deforestación. También la industria del transporte aéreo, cuyas emisiones habían aumentado un 46 por ciento entre 1990 y 2006 a causa de una gran ineficiencia y el transporte tradicional, responsable del 30 por ciento del total de las emanaciones", alerta. 
Durante la reciente feria automotriz de Detroit se pudo vislumbrar un claro cambio de estrategia entre las empresas del sector que, acostumbradas a competir en términos de caballos de fuerza, esta vez se mostraron preocupadas por ver quién era la más verde. Y en el caso de los modelos eléctricos, también quedó en evidencia el mayor desafío por delante: el desarrollo de baterías de larga duración para evitar, en la era verde, la dependencia de otros países, los asiáticos, con mayor experiencia en la materia. 
Mientras tanto, en el mundo científico, son cada vez más los expertos que coinciden al ver en Copenhague tal vez la última oportunidad del mundo para evitar catástrofes irreversibles a causa del calentamiento global. 
De acuerdo con proyecciones de las Naciones Unidas, a mitad de este siglo la Tierra tendrá 9075 millones de habitantes. Y la presión energética será de tal magnitud que, suponiendo que los países hicieran hoy oídos sordos y todo continuara como hasta ahora, aumentaría 6 grados la temperatura del planeta. Algo que, por sí solo, acabaría con la crisis financiera. Pero también con el planeta, tal como lo conocemos hoy. 
 
Fuente: www.lanacion.com

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