Los cohetes espaciales también dañan la capa de ozono



La capa de ozono no gana para sustos; primero fueron los CFCs, que le provocaron un grandioso "agujero"; después, las emisiones de los futuros aviones supersónicos; y ahora el problema lo plantean los cohetes espaciales. Según un estudio de la NASA, el aumento de los lanzamientos previsto para las próximas décadas se perfila la gran amenaza sobre la capa gaseosa que nos protege de las radiaciones ultravioletas.
 
Dicho gas absorbe más del 90% de los rayos UVA, evitando que achicharren a los seres humanos y a los ecosistemas. Y se muestra muy vulnerable a las reacciones químicas desatadas por las moléculas que salen del tubo de escape de los cohetes. Entre las más dañinas destacan los radicales (cada una de ellas puede destruir hasta 10.000 moléculas de ozono), y las partículas de hollín y óxido de aluminio, apunta Darin Toohey, uno de los autores de la investigación, en un artículo de la revista Astropolitics.

El ozono ganó las primeras planas de la prensa internacional en los años 90, al conocerse la existencia de un "agujero" creado por los CFCs, compuestos usados en neveras, aerosoles y procesos industriales. El Protocolo de Montreal logró erradicar paulatinamente dichas sustancias, y actualmente la frágil capa se halla en plena recuperación, estimándose que retornará a su estado original en torno al año 2040.

Así ocurrirá si los cohetes no lo echan a perder. Sucede que el tratado no incluye a la industria aeroespacial, vale decir, dejó sin regular las únicas fuentes humanas de compuestos perjudiciales para el ozono que se inyectan directo en la estratosfera media y superior, precisamente donde se encuentra la capa amenazada. Cada dos o tres días, desde diversos puntos del planeta, se envía un vehículo al espacio. Este dato hizo surgir la pregunta: ¿no trastocarán sus emisiones esa frágil "pantalla solar" natural?
 
Para hacernos una idea: "unos pocos vuelos de los transbordadores de la NASA expulsan más de esas sustancias nocivas que todos los CFCs liberados por los inhaladores médicos utilizados al año en Estados Unidos antes de su prohibición", señala Toohey. Con todo, el impacto de los lanzamientos resulta aún insignificante: apenas destruyen el 0,03% de la capa de ozono por año. ¿De qué alarmarse, entonces?

A los investigadores de la NASA les preocupa el futuro. El mercado mundial de lanzamientos marcha viento en popa, con un crecimiento previsto del 5-7% anual en el número de cohetes lanzados. De mantenerse ese ritmo, hacia el año 2050 su impacto en la capa de ozono superaría al daño causado por los CFCs. "Bastarían unas cantidades relativamente pequeñas de compuestos químicos para alterar el equilibrio e inducir importantes cambios en la distribución y cantidad del ozono", afirman en su trabajo.

En años anteriores se temía que la llegada de una nueva generación de aviones supersónicos, que volarían a alturas estratosféricas, abortaría la delicada recuperación de la ozonosfera. Este peligro no se concretó, toda vez que dichos aparatos no han salido de las mesas de diseño de la industria. En su lugar se alza la amenaza de los cohetes.

Los autores del estudio no esconden su optimismo. La tecnología actual, dicen, permitiría atajar el problema; sólo se necesita pactar los mecanismos reguladores que fijen reglas comunes a toda la industria aeroespacial mundial. En paralelo, habría que analizar los distintos combustibles empleados por los lanzadores de Estados Unidos, India, Rusia, China o Japón, para identificar los más dañinos y elegir los dispositivos correctores más apropiados, tal como se hizo con los CFCs en su día.
 
Fuente: Soitu
portalforestal.com

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