COPENHAGUE: LAS MIGAJAS DE LA NADA


Escenas de un fracaso anunciado. Palabras de rigor y encendidas; reuniones a escondidas y a las apuradas; foto, bandera y vincha. Copenhague dio lo que podía dar: poco, muy poco, casi nada. Todas aquellas voces que apostaban a un acuerdo deberán revisar la lectura que hacen de la realidad. Muchos periodistas incluidos. Desde mucho antes del inicio de la XV Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático, desde estas páginas se adelantó el final que tuvo. No es magia. Es sólo saber interpretar los mensajes, tener excelentes fuentes y un ejercicio continuo y especializado del tema.

Lo que dejó Copenhague es la impresión de que todavía el mundo no tiene muy en claro como y de qué forma deberá adoptar la matriz económico productiva del presente siglo. El clima es casi una excusa. No quiere decir esto que hay que minimizar el problema, sino todo lo contrario. Tampoco exime de hacer una exhaustiva investigación respecto de las sospechas que generó el denominado “climagate”. El tema tiene demasiada seriedad como para que queden cabos sueltos.

Los presidentes vinieron a hacer su circo. Gestos y palabras de preocupación estudiadas que duraron apenas unas horas. Después, todos de regreso a casa y los daneses pudiendo por fin, armar sus arbolitos de navidad sin complejos.

Barack Obama venía con el halo del salvador, por lo menos para un periodismo ávido de la gran noticia. El hombre que para el presidente venezolano, Hugo Chávez, desprende todavía el olor a azufre que caracterizaba al ex presidente Bush (según Chávez, por supuesto), no se alejó un ápice de lo que había venido a decirles a sus colegas y al mundo. Un compromiso de reducción del 17 por ciento de las emisiones para el 2020, en referencia a 2005, y la promesa de colaborar en la ayuda de 100 mil millones de dólares a partir de 2020.

Apurado por subirse al avión que lo regresara a Washington, Obama se reunió con sus pares de China, India  y Sudáfrica  y apuró un compromiso mínimo. Brasil se quedó esperando el milagro de Lula, que por supuesto nunca llegó. Más dinero, patear el tema de los objetivos de reducción de emisiones para el 2010 y  apenas algunas menciones a emprender un esfuerzo, voluntario, para que la temperatura del globo no suba de dos grados centígrados. Claro, nada vinculante. Firma, sello y a  volar. Esos fueron -con sus mas y sus menos-, los “logros” de Copenhague.

Atrás quedaron las palabras fuertes y las promesas de compromisos. Al final tenía razón el nuevo gurú ambiental, Al Gore, y habrá que esperar a un México quizás adelantado. Se terminó otro bodoque de las Naciones Unidas. Cientos de miles de dólares gastados, manifestaciones y golpes, activistas inmolados y empresas con una suerte de respiro. Chinos, norteamericanos, indios y europeos podrás seguir emitiendo sin límite exacto por un tiempo más. La imagen de Copenhague se va volviendo difusa. El mundo vuelve a lo suyo y los medios olvidan de a poco el pandemónium informativo. La próxima tragedia atractiva está a la vuelta de la esquina. El mundo no se terminó, pero apostamos a tener esa primicia.

Fuente: medioymedio.com

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