Promueven un “código voluntario” para regular el secuestro del planeta






Es necesario oponerse a los geoingenieros que quieren autorregularse


Si bien la mayoría de los científicos salieron de la cumbre de Copenhague
sobre el clima sintiéndose frustrados, un pequeño grupo de defensores de la
geoingeniería emergió gustoso por el débil resultado de la reunión y por la
incertidumbre del rumbo a seguir. Estos científicos buscan proseguir con la
investigación y la experimentación de las controvertidas tecnologías de
geoingeniería. Están especialmente excitados por el “manejo de radiación
solar” (SRM, por sus siglas en inglés), una forma de enfriar al planeta
reflejando una parte de los rayos solares de vuelta hacia el espacio
exterior, mediante una variedad de técnicas que van desde colocar pantallas
en el espacio, a los aerosoles de sulfato o el blanqueamiento de nubes.
Estos esquemas de alto riesgo de alteración planetaria inciden en el
calentamiento global sin cambiar su origen, que es el exceso de gases de
efecto invernadero en la atmósfera.

La geoingeniería como Plan B ante la crisis del clima se presenta con hábil
mercadotecnia: debates de alto nivel patrocinados por grupos prestigiosos,
montones de artículos revisados por pares aparecieron en enero en las
publicaciones científicas; y una alineación de políticos llenos de pánico
en los países del norte aceptando nerviosamente todo dicho de los
científicos a favor de la investigación y desarrollo de la  geoingeniería
como Plan B.(1) “Esta ofensiva en el cabildeo de la geoingeniería lleva más
de un año, pero ahora está en una fase crítica. El mundo necesita poner
atención”, dice Diana Bronson del Grupo ETC, una organización que vigila el
desarrollo tecnológico, con sede en Canadá. “Los geoingenieros defienden
ahora experimentos en el campo de algunas de las tecnologías más
arriesgadas para enfrentar el cambio climático y al parecer no esperan que
haya acuerdo internacional para su regulación. Los gobiernos necesitan
decirles que no tienen el derecho a rediseñar el planeta. No podemos
confiar en los países industrializados, que ocasionaron en primer lugar el
problema del calentamiento global, para que unilateralmente intenten
remedios tecnológicos que ni de lejos tendrán un impacto equitativo.

David Keith, un físico canadiense que asesora a Bill Gates en sus
donaciones para geoingeniería, ha mostrado la mayor audacia, pisando “una
frontera” al experimentar con tecnologías “rápidas, baratas e imperfectas.”
En la publicación científica Nature(2), por ejemplo, él y sus co-autores
convocan a un programa internacional de investigación de manejo de la
radiación solar para crecer de 10 millones a mil millones de dólares en los
próximos 10 años. Esto incluiría experimentos a una escala lo
suficientemente grande para notarse pero lo suficientemente pequeña para
“limitar los riesgos.” El artículo, que llamó excesivamente la atención de
medios populares, también aborda el espinoso tema de la gobernanza,
encuadrándolo como asunto de “establecer control colectivo legítimo” sobre
irresponsables acciones unilaterales. Y sin embargo, Keith y sus co-autores
argumentan en contra de la negociación de un tratado internacional —o
cualquier tipo de regulación internacional— que pudiera resultar
“limitante” para la investigación o que pudiera resultar en la prohibición
de pruebas. En vez de ello, llaman a “comenzar desde abajo” una relación en
la que los grupos de interés estén “holgadamente” comprometidos,
especialmente científicos y un grupo selecto de políticos y líderes de
organizaciones no gubernamentales que analizarían las opciones para la
regulación de la geoingeniería, mientras las pruebas se llevan a cabo. El
mensaje de Keith a los políticos es simple: mantengamos a los científicos
ocupados en la discusión al tiempo que invitamos a otros a unirse;
aseguremos el apoyo a los planes de investigación en gran escala y pruebas
en campo y NO involucremos en absoluto a Naciones Unidas.(3)   

Otro artículo publicado hace dos semanas en Science(4) se refiere a la
“política de la geoingeniería.” Los autores, Blackstock y Long, también
argumentan a favor de mayor investigación sobre SRM y experimentos a
subescala, pero aconseja contra la “investigación de impactos climáticos”
(es decir, su utilización) hasta que haya un marco internacional que pueda
“facilitar este proceso”. Diplomáticamente piden a los científicos “no
realizar pruebas de impacto climático y restringir cuidadosamente las
pruebas de campo a subescala hasta que sean aprobadas por un proceso
internacional legítimo.” Respaldan un proceso voluntario en el que los
científicos establezcan sus propias normas, mientras planean reunirse en
Asilomar, California, a fines de marzo como un “primer paso.”(5) “La noción
de un código voluntario” para regular la investigación y las pruebas de
geoingeniería ha sido promovida por las compañías de fertilización oceánica
así como por la Sociedad Real del Reino Unido.(6) Grupos de la sociedad
civil tienen la preocupación de que esta discusión esté usurpando un debate
internacional fundamental sobre si la geoingeniería debe desarrollarse o
no.

En esa misma entrega de Science, Alan Robock et al.(7), brinda evidencia de
lo peligroso que pueden ser las pruebas reales de los aerosoles
estratosféricos, demostrando que el manejo de la radiación solar “no puede
probarse sin hacerlo a escala completa” y que esto “podría trastornar la
producción de alimentos masivamente.” Se necesitaría una dosis grande y
continua de aerosoles para poder distinguir entre sus impactos reales en el
clima y lo que se conoce como “ruido” climático regular (los pequeños
cambios climáticos que ocurren naturalmente).

Tal despliegue —equivalente a una erupción como la de Monte Pinatubo en
1991 cada 4 años— podría en verdad bajar la temperatura promedio global del aire. ¡Pero también podría afectar las  provisiones de agua y alimento de
más de 2 mil millones de personas!

Cualquiera que piense que esas ideas son muy desconocidas, podría
sintonizar los debates sobre geoingeniería de los comités de ciencia y
tecnología de la Casa de Representantes de Estados Unidos y de la Casa de
los Comunes del Reino Unido. En los últimos tres meses, Un desfile de
promotores de la geoingeniería han estado apagando las voces de alerta.
Además:

• Bill Gates le ha inyectado millones de dólares a la investigación
relacionada con la geoingeniería desde 2007 (8) y el antiguo funcionario
técnico en jefe de Microsoft se ha vuelto un campeón del SRM. La empresa de
Myhrvold, Intellectual Ventures, cuenta ya con varias patentes pendientes
relacionadas con las tecnologías de geoingeniería.(9)
• El mil millonario Richard Branson ha creado lo que llama un “Cuarto de
Guerra Climática”(10) para trabajar con los “grupos de interés correctos”
para “crear un mapa de ruta estratégico para la gobernanza y la regulación”
en el “campo de batalla” de la geoingeniería.
• Varios nuevos programas de financiamiento de investigaciones comienzan a
establecerse, sobre todo en Estados Unidos y el Reino Unido.
• El asesor principal en ciencia de Vladimir Putin, Yuri Izrael, dirigió un
experimento en pequeña escala con un sulfato en aerosol en Rusia el año
pasado, que no fue detectado por el radar público hasta que lo recogió un
blog popular.(11)

“Una cosa es examinar la geoingeniería mediante modelos de computadora y
pruebas de laboratorio. Otra muy diferente para los hombres más ricos y los
países más ricos del mundo es comenzar experimentos reales que inciden en el complejo sistema climático del planeta, el cual no entendemos a
plenitud. Sugerir un proceso de gobernanza “desde abajo” para tecnologías
que alteran el planeta de arriba abajo es absurdo. Si quieren un proceso
“desde abajo”, necesitan comenzar con la gente de abajo que ya fue afectada
por el cambio climático inducido por la industria. Gates, Branson y los
geoingenieros de élite están muy lejos de ese abajo. Estoy segura que
mantienen sus nalgas secas —y hacen dinero al mismo tiempo— sin importar lo que le ocurra al planeta. El lobby de geoingeniería no tiene un mandato y no tiene derecho a “manejar la radiación solar por parte de nadie‘” dice Silvia Ribeiro de la oficina en México del Grupo ETC .

Grupo ETC
Boletín de prensa
17 de febrero de 2010
www.etcgroup.org

Información:

Diana Bronson (Montreal, Canadá) diana@etcgroup.org
Teléfono: +1 514 273 6661 Celular: +1 514 629 9236

Pat Mooney (Ottawa, Canadá) etc@etcgroup.org
Teléfono: +1 613 241 2267 Celular: +1 613 240 0045

Silvia Ribeiro (Ciudad de México) silvia@etcgroup.org
Teléfono: 011 52 5555 6326 64

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