La ventana de la mente




El ojo humano. Una maravilla de diseño. Una ventana que enlaza dos mundos, que comunica el exterior y el interior, que los relaciona, que los implica, que los enriquece. 
Su estructura, compleja y a la vez sencilla, nos muestra un sin fin de paralelismos con el Cosmos y sus misterios.
Si nos fijamos en la pupila, vemos un sol, una estrella, pero que en vez de luz radiante posee luz oscura, que es la luz del interior, que es la energía que predomina en el Universo.
También podría ser un agujero negro que se traga todo lo que hasta él llega, incluida la luz, pero… ¿No es eso lo que hace el ojo? ¿No convierte la luz en impulsos eléctricos que envía al cerebro?
En el iris se refleja una ventana, pero esa es otra ventana, la que comunica con el mundo externo, el mundo donde la Vida experimenta, el mundo donde hacemos las prácticas y donde aprobamos o suspendemos.
Y el ojo nos guía a través de ese mundo siempre cambiante, siempre en transformación, recogiendo imágenes, grabando experiencias, transmitiendo sensaciones.
Alrededor del sol negro, o del agujero negro, existe un universo cambiante, una sinfonía de colores, de brillos, de matices, de misterios.
Si actúa como sol, irradia hacia el mundo externo la vida, la esencia, la inteligencia, la expresividad de quien existe detrás, en la profundidad.
Si actúa como agujero negro absorbe hacia el interior todo lo que le rodea, siendo luego la mente la que clasifica, la que separa lo útil de lo inútil, lo que interesa de lo que no.
Y ese movimiento dentro-fuera, fuera-dentro, se produce en un tiempo sin tiempo, sin pautas ni esquemas, automático.
Es la mente la que lo dirige, la que lo maneja.
Podríamos decir que el ojo es la ventana de la mente, el instrumento por excelencia de la mente.
Pero también es una copia en miniatura del funcionamiento del Cosmos, porque somos un microcosmos, unas criaturas hechas a imagen y semejanza del Creador.
Y estamos aquí para aprender, para enriquecernos y tratar de hacernos sabios.
Aprender, por tanto, implica saber utilizar el ojo y sus funciones, saber dirigir la mirada hacia aquello que nos atrae para extraer de ello su esencia, la sabiduría implícita en todo lo creado.
Implica saber observar.
Saber Mirar para saber Ver. Saber Ver para saber Comprender.
Pero saber Ver es captar lo que Es en lo que miramos, no lo que suponemos, interpretamos, creemos o deducimos.
Aprender a Ver es aprender a Observar. Sin condiciones. Sin poner en ese acto nuestros prejuicios. Sin “manchar” la visión con nuestro criterio.
Observar con Pureza para Ver con Verdad.
Y aprender también significa saber emitir a través de nuestra mirada la energía que somos, nuestra esencia, nuestra naturaleza, nuestros sentimientos, nuestra fuerza.
A través de una mirada se puede transmitir el alma, y también los infinitos matices de la mente.
Y todo ello puede ser porque existe esa maravilla que llamamos ojo.
Pero aun hay más, mucho mas, oculto en esa preciosa máquina y en su correcto uso como ventana de la mente.
Búscalo, observa tus ojos como nunca lo hiciste, descubre el poder que hay en ellos, pero, sobre todo, quieras o no, ten presente que siempre te delatarán, que te mostrarán tal como eres, tal como piensas, tal como sientes.
Así es y está bien que así sea.

Fuente: Revista Fusión

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