El sueño de la razón…


Pedro Dominguez Gento presenta Homo Sapiens? en el Ateneo Libertario Al Margen (Valencia)



El siglo XX cuestionó la omnipotencia de la razón. Entre otros muchos autores, el filósofo francés Albert Camus escribió en El Mito de Sísifo: “Con excepción de los racionalistas profesionales, hoy desesperamos del verdadero conocimiento. Si hubiera que escribir la única historia significativa del pensamiento humano, sería la de sus arrepentimientos sucesivos y sus impotencias”. El educador y activista Pedro Domínguez Gento ha publicado un ensayo, Homo Sapiens?, presentado esta semana en el Ateneo Libertario Al Margen de Valencia, en el que recoge algunos de los grandes errores del conocimiento humano. Sin mitificar la ciencia, el autor considera que es la mejor herramienta para avanzar en la comprensión del mundo. Una mera hojeada a los periódicos obliga a preguntarse por la racionalidad del ser humano. El autor pone tres ejemplos en la presentación de Homo Sapiens? El atentado contra el semanario satírico Charlie Ebdo el 7 de enero, en el que fueron asesinadas doce personas. La agresión militar de Israel en julio contra la población de Gaza (más de 2.000 muertos y 11.500 heridos), o la existencia de una gran “isla” de basura, un muladar de plásticos en el Pacífico norte, con unas dimensiones que superan el millón de kilómetros cuadrados. ¿Homo Sapiens? La gran cuestión.

Realmente el libro es una apelación a la modestia. Porque la ciencia “crece como nosotros, poco a poco, tropezando y cayendo, equivocándose a veces, buscando siempre la verdad, encontrándola con esfuerzo y rectificando cuando es necesario”, apunta el autor en el prólogo. Y recuerda que, a pesar de todos los progresos científicos y los adelantos tecnológicos, en el último siglo el ser humano ha multiplicado por ocho el consumo de recursos en el planeta y cuadruplicado la población. ¿Racionalidad? Según Pedro Domínguez, “necesitamos urgentemente madurar como especie y para eso hemos de potenciar nuestro instinto cooperativo y solidario, y hacerlo más fuerte contra el egoísmo miope y avasallador”.
En 1899 Charles Duell, jefe de la Oficina de Patentes de Estados Unidos, afirmaba: “Todo aquello que puede ser inventado, ya ha sido inventado”. En 1939 el New York Times consideraba sin reparos que la televisión no sería un artilugio de éxito, pues los ciudadanos estadounidenses no tendrían tiempo para dedicarle. Cuando el científico Stephen Hawkins tenía 21 años, en 1963, los médicos le auguraron como mucho tres años de vida por su esclerosis amiotrófica. “640 kb de memoria han de ser suficientes para cualquiera”, decía Bill Gates en 1981. Los ejemplos abarcan toda época y territorio. Actualmente, Navantia construye un submarino (el S-80) de última generación para la armada española, que de momento no podrá atravesar los mares. La razón es que las 100 toneladas de utillaje añadido durante la construcción impiden que flote. En cifras, el “error” se traduce en un sobrecoste de más de 200 millones de euros en 2014 y un alargamiento de dos años en los plazos de entrega.
Las 207 páginas del libro se dividen en seis capítulos que abordan diferentes errores (cosmológicos y geográficos, físicos, químicos, biológicos, de salud y otros). Aunque si se les considera “errores” esto es, a veces, por comparación con el presente (la ciencia de hoy) o las fases de conocimiento subsiguientes. Porque en la actualidad puede alguien sonreír ante las hipótesis de Tales de Mileto, quien situaba el agua en el origen del mundo, elemento sobre el que después se depositaron la tierra, el aire y los seres vivos. Pero la aportación de este sabio reside en la búsqueda de una explicación racional a los orígenes del planeta, ya no fundada en dioses y entidades sobrenaturales.
Fue un error, sin duda, lo que le sucedió al químico Von Wolf en 1870. El resultado de su investigación sobre el contenido de hierro en diferentes alimentos –en concreto las espinacas- contenía un fallo en la publicación, al deslizarse la coma un lugar a la derecha. Debido a este error, las espinacas pasaban a tener un contenido férrico muy superior al real, lo que se tradujo -incluso en la iconografía popular- en personajes como Popeye. Pero realmente, aclara Pedro Domínguez Gento, las espinacas contienen menos hierro que las lentejas, las pipas o los garbanzos. Se descubrió en 1937.
Otras veces los “errores” se cruzan con la inepcia. En 1859 un grupo de colonos británicos introdujo una docena de parejas de conejos en Australia. Tenían la intención de practicar la caza igual que en su país. Pero los conejos empezaron a reproducirse y en medio siglo se habían expandido por la mayor parte del territorio australiano. La peregrina idea de los colonos se materializó, así, en pasturas arrasadas y la desaparición de especies autóctonas. Para revertir la situación se autorizaron batidas en masa y más aún, llegó a edificarse una valla de 1.850 kilómetros que atravesaba Australia occidental. Otro “error” de efectos inicuos y cruentos es el de la superioridad racial, que puede desmontarse con una pregunta muy simple. ¿Eran más inteligentes los jerarcas y teóricos del nazismo que Albert Einstein, padre de la Teoría de la Relatividad, quien abandonó Alemania en 1932 por su condición de judío? ¿O físicamente superiores a Jesse Owens, atleta norteamericano de piel negra que batió todos los registros en las olimpiadas de Berlín (1936)?
Pedro Domínguez explica otros “errores” deliberados que se explican por la codicia y el ánimo de lucro. Es el caso del plomo de las gasolinas. En 1917, detalla el autor de Homo Sapiens?, General Motors y Dupont descubrieron que algo tan sencillo como el etanol (el alcohol del vino, la sidra o la cerveza) era “un buen aditivo antidetonante, barato y sin más residuos que el CO2 de casi todas las combustiones”. Lo contrario que el plomo, cuyos efectos nocivos para la salud se conocen desde la antigüedad. Pero el etanol “no era patentable porque lo habían sintetizado los alquimistas árabes hacía más de mil años y además podía sustituir a la gasolina, que ya era un gran negocio”, explica Domínguez Gento. Finalmente se impuso la peor solución, con un efecto muy pernicioso para la atmósfera y el ser humano.
“Errores”, también, debajo de los que se esconden fuertes intereses, como el accidente de Bhopal, en India en 1984, que se saldó con la muerte de 19.000 personas y cerca de 600.000 afectados, una cuarta parte de ellos con ceguera, cáncer o malformaciones (el origen del desastre radica en la prioridad que se otorga a la agroindustria y los plaguicidas). Afirmaciones como que la energía nuclear es “segura”, “ecológica” y “barata” o las ideas negacionistas respecto al calentamiento global. Son despropósitos que ponen en cuestión la pretendida racionalidad del “homo sapiens”. Ahondan en el absurdo el mito del crecimiento económico continuado o la máxima de “si quieres la paz, prepara la guerra”. Sobre esta circunstancia, recuerda Pedro Domínguez Gento, “sólo durante el siglo XX hemos padecido más de cien guerras, con un balance final que supera los 100 millones de muertos (el 90% civiles, desarmados e inocentes)”.
Con todo, el discurrir de la historia ha permitido superar las verdades de cada época, y mejorar los niveles de conocimiento. El autor analiza, con detalle y de manera didáctica, mitos como que la tierra es el centro del universo, que el futuro está escrito en los astros, que la tierra es plana y las antípodas no existen, o también los sinsentidos que acompañaron al descubrimiento de las indias occidentales. La intención del libro es ya un ejemplo de contención, de asumir los límites cognitivos de la especie, de modestia intelectual: “Si no podemos eliminar del todo los errores, porque son consustanciales a la especie humana y la vida misma, lo mejor que podemos hacer es intentar reducirlos al mínimo, siendo precavidos y conociendo al menos los principales”. El Homo Sapiens surgió en el este de África hace sólo 200.000 años, y hace unos 10.000 inventó la agricultura y la ganadería. Pero la antigüedad del planeta es de 4.500 millones de años…

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