El Síndrome de los Bosques vacíos “La Defaunación del Antropoceno”


Lucas Chiappe

La huella del impacto humano es tan fuerte y tan difundida por todo el planeta que a lo largo del tiempo evolutivo, cuando haya generaciones subsecuentes a nosotros, o probablemente especies subsecuentes a nosotros, van a poder distinguir que hubo una época, que es ésta, que se caracterizó por el impacto de una especie, que fue el hombre, en el clima, los ecosistemas e incluso en la atmósfera”  (Paul Crutzen)

Existe una serie de "nuevas" palabras con las que nos vamos encontrando a cada rato, que sirven para comprender mejor nuestra lamentable relación con el entorno, cada vez más amenazado por nuestras actividades y malas costumbres sociales. 
Desde hace varios años, los ecologistas hablamos del "Antropoceno" para referirnos a la actual era terrestre, marcada por los efectos de la actividad humana en el planeta. 
Asimismo diversos investigadores internacionales alertan sobre la rápida y constante depredación y pérdida de especies animales (desde las más emblemáticas hasta las menos conocidas), cuyas consecuencias provocan un deterioro ambiental absolutamente inédito, a no ser por las cinco extinciones masivas que ocurrieron hace millones de años… en este caso: La única causada por un bípedo, supuestamente "inteligente".
Y, si a la destrucción masiva de los bosques se la ha denominado "Deforestación", a la catástrofe biológica que arrasa con la fauna en cada uno de los ecosistemas terrestres o acuáticos, ahora se la cataloga como: "Defaunación"
La relación entre ambos procesos en la degradación de los hábitats que mantienen la vida en el Planeta, obviamente ha despertado una ola creciente de indignación entre quienes notamos las consecuencias irreversibles que traen aparejadas..
En el caso de nuestra Biorregión cordillerana, recordemos que muchos mamíferos herbí­voros contribuyen al mantenimiento de la diversidad de los bosques, al interactuar con las plantas a través de la dispersión de sus semillas. Como en el caso específico del único marsupial de la Patagonia: El Monito de Monte (Dromiciops gliroides), quien se ocupa de comer y luego excretar las semillas del Quintral (Tristerix corymbosus) lejos de su lugar de origen. Un proceso complejo que se compone de diferentes etapas y cuya interacción planta-animal se ha perfeccionado hasta volverse indispensable para la reproducción de esta especie vegetal. 
Por su parte el Quintral, que es una planta hemiparásita, juega un rol ecológico clave en el funcionamiento y mantenimiento de la biodiversidad del bosque templado, ya que tiene características particulares que la diferencian de las demás plantas del bosque: Florece durante el invierno, y, por ese motivo, es la única fuente de néctar para el Colibrí rubí (Sephanoides sephaniodes)… En una cadena de “favores”, el colibrí es a su vez, el responsable de la polinización de numerosas especies de otras plantas del lugar. 
Este pequeño ejemplo es fundamental para entender las consecuencias de la defaunación para la conservación de los bosques a mediano y largo plazo, ya que incluso la desaparición del insecto más pequeño, puede llegar a alterar de manera definitiva los distintos nichos ecológicos de los que dependen muchos seres. 
Estas amenazas hacia la dinámica del ecosistema del bosque nativo andino-patagónico, que han sido “invisibilizadas” por la ignorancia ambiental que prima en las decisiones políticas y empresariales de nuestra cultura consumista, depredadora y cortoplacista, pueden ser menos evidentes, pero no dejan de ser igual de importantes que la deforestación ocurrida en nuestro país en los últimos 150 años… y que sigue hoy en día, a pesar de haberse ya perdido más del 84 % de los bosques y selvas originales.  
Respecto a la fragmentación de las masas boscosas, es muy difícil obtener datos confiables sobre la defaunación recurrente y progresiva, porque en todos los casos los ambientes fragmentados ya se encuentran con muy bajas densidades de animales grandes y medianos o han sido desplazados o exterminados previamente por la mano del hombre.
Pero estas situaciones no son las únicas consecuencias del fenómeno de degradación constante de la biodiversidad que nos rodea, ya que la desaparición de las distintas especies de flora y fauna nativa, puede facilitar nuevas invasiones y arraigo de especies exóticas que tienden a aceleran este proceso negativo.
La más reciente es la aparición de un alga originaria del Hemisferio Norte: La temible didymosphenia geminata, también conocida como “moco de roca”, que cubre a modo de “alfombra”, el lecho de ríos y arroyos a lo largo de todo su recorrido (como ya ha ocurrido en la Isla del Sur de Nueva Zelandia), imposibilitando que los insectos puedan alimentarse y alterando, así, toda su cadena alimenticia… Además, por supuesto, de los efectos colaterales paisajísticos, sociales y económicos que afectarán a las poblaciones que pretenden vivir de un tipo de turismo responsable. 
En definitiva, así como ocurre con la “Dydimo”, introducida hace 5 años por pescadores "deportivos" en la Patagonia chilena y que rápidamente se desplazó al territorio argentino, los biólogos insisten en advertir que la extinción o amenaza de una o varias  especies no sólo afecta a ésta en sí, ya que, como pieza de una cadena vital, su desaparición representa la disminución en la oferta de colaboración o alimentos para otras tantas especies. 
Como asegura José Yáñez, presidente del Comité Pro Defensa de la Fauna y Flora de Chile: "Lo grave, y que está lejos de ser el centro del debate público, es que la extinción de especies y la destrucción de sus hábitats terminará, tarde o temprano, afectando al ser humano, ya que nosotros estamos ligados al resto de la vida porque dependemos del funcionamiento de los ecosistemas, y estos requieren tener todos los elementos gracias a los cuales se han desarrollado: Animales, vegetales, faunas del suelo etc… Si no: NO funcionan… Y, si ellos dejan de funcionar, nosotros tampoco vamos a poder sobrevivir”... 

El crecimiento demográfico ha llevado en la actualidad a deforestar la cubierta forestal planetaria en 
16 millones hectáreas por año,  en su mayoría,  bosques y selvas donde el nivel de diversidad 
biológica  es muy alto; La degradación de los hábitats es la mayor amenaza actual al estar 
afectando al 90% de las especies más sensibles de la Tierra.

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